25/Agosto/2012
Rolando Lino

Una buena parte de la insatisfacción sexual que reportan las estadísticas -tanto del mundo como de este país- se deben a la ausencia de estímulo en nuestro órgano sexual clave: el cerebro. Porque una cosa es pensar demasiado en sexo, y otra muy distinta es utilizar la inteligencia para echar a correr el erotismo propio; o hacer volar el erotismo de alguien más. ¿O acaso el sexo no se le ha vuelto rutinario a todos, cuando menos alguna vez?

Cierto, en el sexo hay hormonas, sentidos… sin embargo, hay también una parte fundamental –sin necesidad de decir que sea la principal- que aporta el morbo; las fantasías; fetiches; culpas. Cerebro, para este caso visto como un juguete sexual dentro de nosotros mismos.

Recuentos realizados en pruebas científicas sugieren que cuando tu cuerpo toca el de otra persona, 500 mil estímulos distintos llegan de golpe a tu cerebro. Los miles de receptores que conforman cada uno de nuestros sentidos, envían información urgente acerca de la persona con la que has hecho contacto. La interpretación de todos esos datos corre por cuenta de tu mente. ¿Aprecio? ¿Afecto? ¿Amor? ¿Sexo? El raciocinio siempre lo deduce.

¿Qué pasa después de un cruce de energías? Ahí está una buena clave de la sexualidad plena. Humedecer por miradas; palabras; provocación; desdén. El segundo acto de una trama sexual, es convencer. Seducir. La creatividad –brillantísima herramienta de la inteligencia- no conoce límites cuando se le da libertad de juego. Y Erotismo es básicamente jugar. Este segundo acto de la trama puede consumirse en segundos, semanas o años. Jamás se sabe. Lo único cierto es que la escena de cama ocurre hasta el tercer acto.

En ese tercer acto, la inteligencia provoca y recibe los millones de estímulos que se disparan durante una relación sexual. El estado de conciencia que puede alcanzarse en ese momento, es infinitamente mayor al que estamos acostumbrados en la vida diaria. La velocidad de la mente se desboca; y el tiempo –por el contrario- se hace incomprensiblemente lento. Seres de otra dimensión, durante el tiempo que dure el contacto; físico y mental.

Pero la potente y fina máquina hasta aquí descrita, no está libre de adversidades. Experiencias, dogmas, miedos. Las maneras de fijarle límites al deseo, son prácticamente infinitas. Diversas justificaciones para ponerle grilletes a las pulsiones. Esto es, cuando una persona no experimenta lo que su propia concepción del erotismo le demanda. Una sexualidad metida en camisa de fuerza.

Para el filósofo francés Michel Foucault, la sexualidad fue coartada por el capitalismo, para ser convertida en una costosa mercancía. Foucault pudo haberse equivocado. Por si acaso, comprendamos que si en algún momento experimentamos insatisfacción sexual, es necesario revisar los componentes de la inteligencia erótica que ya se han mencionado. Seguro encontraremos la falla, en alguno –o algunos- de ellos.